lunes, 30 de junio de 2014

Parranda de San Pedro Patrimonio Inmaterial de la humanidad


                                   




Parranda de San Pedro


La Parranda de San Pedro es una manifestación mágico- Religiosa. Producto de la fe colectiva de una Venezuela sumida en las tinieblas del coloniaje y del caudillismo. Surge con la unión de los factores universales y siempre presente: El amor maternal, la protección paternal y la solidaridad de los miembros de una misma raza. Estos tres elementos se unen para hacer del dolor y la esperanza un símbolo perpetuo del sincretismo de las etnias que han aportado color y amor a un ritual a través de estos últimos doscientos cincuenta años.
“La Parranda de San Pedro es esencialmente reminiscencia. Es, ante todo, y sobre todo, testimonio de una época aguafuerte; basada en la vida y costumbres de una raza en determinada época, espejo por cuyo fondo destilan nítidamente ocurrencias interminables. La Parranda de San Pedro es negro, lágrimas, gritos en noche sembrada de estrellas y carbón. Es sangre vertida, sangre negra rodando hacia la profundidad de la tierra, desde donde ha de surgir hacia lo alto, prodigio de verticalidad verde, el cuerpo de la caña dulce. Es ayes que al trocarse en lágrimas servirán de regadío a los surcos de los esclavistas. Es látigo de negreros abriendo carnes inocentes e indefensas. Molinos, bueyes, gritos, maldiciones, hogueras en cuyas brasas arden negros y más negros. Germinan flores y más flores. Alumbran docenas y docenas de ojos blancos... blanquísimos ojos”.(Freddy Best González)


AUSENCIA DE TAMBORES



La época colonial en Venezuela duró trescientos años. Durante esos tres siglos fue formándose poco a poco el modelo venezolano. Fueron años de calma, donde el colonizador hispano pudo prosperar, abonando la tierra con la sangre del aborigen y a regarla con el sudor del negro. Pero esta calma se vería troncada. Comienzan los alzamientos: Primero el del Negro Miguel, el de Andresote y el de Juan Francisco León, este último en 1749. Juan Francisco de León se apoya en los negros para su revuelta; los usa como soldados. Esto hace que el negro se convenza de su utilidad, que puede ser decisivo en la historia. Se fortalece así su identidad, cuestión que, por supuesto, acentúa la continuidad de sus manifestaciones culturales.
Estas manifestaciones, originadas en África y trasladadas a América, se irán enriqueciendo con elementos propios del catolicismo. Es bueno acotar que una celebración o fiesta no debe confundirse con un rito mágico-religioso; por ello la ausencia de tambores en las danzas de los curanderos o brujos africanos. De allí que la Parranda de San Pedro sea una manifestación mágico-religiosa de origen negroide con matices criollos. Un sincretismo cultural producto de la adaptabilidad del negro ante las nuevas y extrañas realidades en que estaba envuelto.

IMPORTANCIA



El hecho de que se diera estas uniones de creencias tan dispares, como las africanas, las aborígenes y las católicas, fue aprovechado por el colonizador. Intuitivamente supieron que no podían arrancarle al hombre sus propias culturas. Esto hubiese ocasionado más problemas del que ya tenían. Es por ello que la misma Iglesia se vio obligada a aprobar manifestaciones netamente paganas mezcladas con elementos cristianos. Por otro lado el negro ganaba espacios. Se sentía parte de una misma raza, de una misma cultura, se sentía mayoría; cuestión que se hizo notoria en el levantamiento de José Leonardo Chirinos en Coro y la embestida de los negros de Curiepe en 1812.


ELEMENTOS DE LA PARRANDA DE SAN PEDRO
  MARÍA IGNACIA



Representada por un hombre vestido de mujer. Se cree que por estar la esclava imposibilitada para bailar el día de San Pedro, como lo había prometido, su marido tomó su lugar utilizando también sus ropas. Así mismo, lo siguió haciendo al morir María Ignacia. Usa amplia falda y cota floreada multicolores. Lleva un sombrero de cogollo y un par de moños de mecate. También un abdomen abultado por un relleno simulador del embarazo. El rostro tiznado de negro humo y betún. Carga en sus brazos una muñeca de trapo que representa a Rosa Ignacia.

 SAMPEDREÑOS



Representan a los esclavos. Participan en número variante. Visten levita de color negro, popularmente llamada “cucaracha”. Llevan pañuelos anudados al cuello, amarillos y rojos. Adornan sus cabezas con sombreros de copas o pumpás. En los pies llevan cotizas o chapaletas de cuero de ganado o suela que a la vez sirven como instrumento musical para producir un sonido seco durante el baile. Llevan el rostro pintado con negro humo y cargan los instrumentos musicales de la parranda: cuatro y maracas. Hay otros personajes que participan como aspirantes a sampedreños que visten camisa negra y también llevan pañuelos; pero los verdaderos sampedreños siempre llevan levitas. Uno de ellos va al frente de la parranda ( indicando el camino ) con una bandera bicolor ( amarilla y roja ). Otro lleva la pequeña imagen del santo.


LOS TUCUSITOS



Son un par de niños impúberes que en la parranda acompañan a María Ignacia y hacen las veces de sus hijos. Visten trajes, alpargatas y gorro bicolor, amarillo y rojo, en forma vertical, ocupando cada uno de estos colores la mitad del cuerpo de los niños. Tales colores simbolizan _según la creencia general_ los colores de los dos principales partidos políticos surgidos después de 1830: Conservadores ( rojo ) y los liberales (amarillo). También llevan el rostro pintado con negro humo.
Estos son todos los personajes que integran la parranda de San Pedro. Anteriormente participaba un hombre vestido con Liqui liqui. El tiempo se llevó este elemento.

PROCESOS DE LA PARRANDA DE SAN PEDRO



La parranda de San Pedro se inicia la víspera con un velorio que se prolonga hasta altas horas de la noche. En la mañana del 29 de junio, a eso de las 8:00 a.m. se da inicio a la misa dedicada a la pequeña imagen del santo, la cual ya ha sido llevada hasta allí desde el lugar en que se custodia durante el año, que por lo general es en la casa de una sampedreño que por promesa ha solicitado guardarla. Al concluir la misa, el cura autoriza para que la imagen sea sacada. Luego la pequeña estatuilla es llevada hasta el altar y de allí sale a recorrer las calles del pueblo. Antes de partir es común que se entonen las siguientes estrofas:


Padre Santo, padre cura,
échenos la bendición;
y después que nos eche
escucharemos su sermón. Seguirán otras más o menos así:
Honorable señor cura,
échenos la bendición;
yo estaba en el altozano
escuchando su sermón.
 


Afuera, en la plaza, al concluir la misa, ya es tradicional que la Parranda de San Pedro del 23 de Enero representa con actores de esa agrupación una obra teatral donde se explica el origen de la parranda. Luego se ponen en marcha por las principales calles del pueblo. Muchas son las estrofas improvisadas pero siguiendo siempre el mismo ritmo:


El San Pedro de mi tierra
es un santo milagroso:
juega chapas con los negro
y descubre a los tramposos.
San Pedro como era calvo
lo picaban los mosquitos
y su madre le decía:
ponte el gorro peruchito.



La parranda de San Pedro canta y baila enfebrecida. Las cotizas resuenan armoniosamente sobre el piso. Las botellas de licor circulan abundante y libérrimas de mano en mano... Las improvisaciones continúan haciendo referencia a los que ya no están:


Canten señores,
canten hasta llorar
que ya “Pico “ se murió
y se quiere levantar.



Al caer el Sol la parranda empieza a disolverse. Nadie le pone término, simplemente termina. Así son todas las cosas que nacen de las entrañas del pueblo.

El San Pedro de mi tierra
es un santo milagroso:
Juega chapas con los negros
y descubre a los tramposos.
San Pedro como era calvo
lo picaban los mosquitos
y su madre le decía
ponte el gorro peruchito.
Dos cosas tiene Guatire
que no las tiene otro pueblo:
la rica conserva e´cidra
y la Parranda de San Pedro.
Si San Pedro se muriera
todo el mundo lo llorara.
Por lo menos las mujeres
los cabellos se arrancaran.
Por la calle de mi barrio
corre el agua y no se empoza
y por eso es que la llaman
la calle de las hermosas.
Si San Pedro se me muere
yo lo vuelvo a resucitá,
con la flor de clavellina
y la flor de resedá.
Muchachos los coticeros
ya yo los voy a llamar;
en esta vuelta y la otra
voy a cambiar la toná.
Con la cotiza dale al terrón
vuélvelo polvo sin compasión
Dale pisón, dale pisón...
Lai lalaila lai la la
Lai lalaila lai la la
La la la la la la la la
lala lala lala lala lala
lala lala lala lala lala
¡ué!



ORIGEN DE LA PARRANDA



La parranda surge probablemente a mediados del siglo XVIII cuando las prósperas haciendas guatireñas se engalanaban con el verdor perpetuo de los tablones de caña. Donde el esclavo trabajaba catorce horas diarias con esa apacible armonía de sus cantos con la faena y con la tierra. Se cree que la hacienda “ El Rincón” fue testigo del inicio de la leyenda. Otro creen que fue la hacienda “ El Ingenio” y hay quienes piensan que fue en la hacienda “ San Pedro”.
Lo cierto es que María Ignacia se encontraba desesperada ante la “ calentura” que afectaba a Rosa Ignacia, su hija menor y única hembra, y ante la impotencia del curandero que la trataba, no había otro camino sino apelar a una imagen que desde hacía años tenía en su barraca: una imagen de San Pedro. Fue entonces cuando le rogó al santo que curara a su hija y siguiendo la costumbre había que pagar la gracia. María Ignacia prometió hacerlo con lo único que tenía y sabías hacer muy bien: bailar y cantar.
Mucho rezó María Ignacia y el milagro se dio. Tan grande fue su alegría que salió corriendo a los tablones para buscar a su marido, el negro Domitilo, quien vio la luz de un nuevo milagroso Dios en los negro ojos saltones de María Ignacia. Entre los dos fijaron la fecha para comenzar a pagar la promesa: 29 de junio, día de San Pedro . Todo esto se vio favorecido porque el dueño de la hacienda era muy devoto del primero de los apóstoles y que el cura de la iglesia convenció al dueño de la hacienda para que concediera el permiso a la agraciada familia para poder pagar la promesa que había hecho.
La Iglesia siempre veía en estas manifestaciones de fe la oportunidad para apaciguar el odio de los negros y acercarlos más al Dios de la Biblia. Por ello las autoridades eclesiásticas accedieron rápidamente las peticiones de Domitilo y María Ignacia de bailarle y cantarle a San Pedro después de la misa del 29 de junio. Durante dos años continuos María Ignacia cumple con la promesa, a la que se unieron sus familiares y otros negros quienes se regocijaban de que San Pedro hubiese puesto los ojos en ellos, la raza maltratada por los blancos pero que también recibía milagros de los santos. Pero un mal parto puso fin a la existencia de María Ignacia.
Llegó el 29 de junio y no estaría María Ignacia para pagar la promesa. Los demás parranderos estaban decididos a continuar la parranda, pero sabían que faltaba algo. Era María Ignacia, siempre tan alegre y dicharachera. Estaban todos al pie de la colina de El Calvario dispuestos a comenzar la parranda cuando de pronto un niño grita: “ ¡ Hay viene María Ignacia ! “. Todos quedaron estupefactos. Era Domitilo quien había tomado el lugar de su finada mujer. Venía vestido con las mismas ropas de María Ignacia y cargando a Rosa Ignacia. También venía con sus dos hijos varones, de 10 y 9 años respectivamente. Convenció a los músicos que la parranda debía continuar, que así lo hubiese querido María Ignacia. Pasada la sorpresa, y luego de los chistes sobre la indumentaria de Domitilo, la parranda dio comienzo y así ha continuado en los últimos doscientos cincuenta años.
El cura estuvo a punto de detener lo que consideraba una blasfemia. Un hombre vestido de mujer a mediados del siglo XVIII era más que intolerable y mucho menos si era para agradecerle a un santo un favor concedido. Las lágrimas de Domitilo y el rostro triste de sus dos hijos. La mirada de Rosa Ignacia le hicieron comprender que esa sí era una verdadera promesa. La gente se acercó con rapidez. Unos por curiosidad, otros por solidaridad... Nace así la Parranda de San Pedro.
Un hecho curioso es que todos los que han representado a María Ignacia en estos los que han representado a María Ignacia en estos dos siglos nunca han sonreído mientras se desarrolla la parranda. Tal vez por respeto a Domitilo, un hombre valiente. Al año siguiente la gente esperaba ansiosa la parranda. La hacienda “El Rincón “ ya era conocida como la hacienda más alegre, Cuestión que el dueño aprovechó para regalarle a los negros una imagen de San Pedro con la que no contaban.
Tal vez a la muerte de Domitilo fue su hijo mayor quien tomó su lugar como María Ignacia. Si sacamos cuenta, suponiendo que Domitilo comenzó a ser María Ignacia a los 30 años y que murió a los 60, luego su hijo mayor por igual período; tenemos que dicha familia pagó la promesa durante 60 años, que es suficiente para que la parranda calara hondamente en el sentir e idiosincrasia de los negros. Ya era prácticamente imposible que la parranda no se perpetuara.
A la parranda se le fueron agregando nuevos elementos. Ya para mediados del siglo pasado y como una manera de darle más relevancia a los músicos, algunos negros de “dentro” (mayordomos) lograron conseguir algunas levitas. Así mismo, como estaba prohibido usar tambores en la parranda (por ser el pago de una promesa y no una fiesta), los negros optaron por amarrarse chapaletas de cuero en las alpargatas para obtener así un instrumento de percusión.
Los sombreros de copa son de origen inglés y estuvieron muy de moda en los años setenta del siglo XIX. Con los años estos sombreros viejos fueron a parar a manos de los parranderos.

Tomado de: http://teoriadelfolclor.blogspot.com/2008/08/la-parranda-de-san-pedro.html

miércoles, 25 de junio de 2014

YASUKE, EL SAMURÁI NEGRO
LA HISTORIA DE UN ESCLAVO AFRICANO EN MEDIO DE LA GUERRA JAPONESA





En Japón del siglo XVI, un esclavo mozambiqueño llevado por jesuitas italianos a la tierra del sol naciente sorprendía por su imponente físico. Tanto que el comandante militar Oda Nobunaga lo enlistó en sus filas y, según cuentan, lo convirtió en el primer samurái negro. Sí, el verdadero Afro Samurái existió. Aquí te contamos su historia.

Era 1579 cuando el misionero jesuita Alessandro Valignano llegó a Japón, un país que de a pocos empezaba a tener contacto con Occidente. Pero no llegó solo, junto a él llegó un esclavo procedente de Mozambique —aunque unos cuantos digan que pudo provenir del Congo— que por su color y contextura causó desconcierto entre los japoneses. Se hablaba mucho de este hombre oscuro, fuerte y de 1.88 m, casi un gigante para la estatura promedio de los japoneses, tanto que el rumor llegó a oídos de Oda Nobunaga, un importante comandante nipón.

Por entonces se vivía el fin del Período Sengoku, una época de mucha violencia para Japón. Nobunaga, quien había conquistado buena parte del país, fue uno de los gestores de los 250 años de paz que vendrían después. Era conocida su obsesión por Occidente. Incluso hay fuentes que aseguran que se convirtió al cristianismo. Tal vez sea por ello que este esclavo, a quien se le conocía como Yasuke, le llamó tanto la atención.

Dos años después de su llegada, Valignano llevó a Yasuke a Kioto y fue allí que Nobunaga ordenó que lo llevaran ante él para conocerlo. Se dice que hizo que se desvistiera para asegurarse de que su color de piel no se debiera a algún tipo de pintura negra. Nobunaga estaba impresionado y se aseguró de que Yasuke quedara bajo su cuidado. Le sorprendía su japonés masticado y su fuerza, que decían era como la de diez hombres. Fue así que este esclavo mozambiqueño se convirtió en su guardaespaldas y, luego, en samurái.

Pero no pasó mucho tiempo para que ambos se separaran. Un año después del nombramiento de Yasuke, uno de sus generales lo traicionó y cercó a Nobunaga y su gente en el templo de Honno-Ji. Las paredes ardían en llamas y Nobunaga, rendido, se hizo harakiri. Yasuke, solo, también se rindió y el ejército rival lo dejó ir sano y salvo a buscar el resguardo de los jesuitas en Kioto. Desde entonces no hubo más registro de su andar.



Trailer "Mamita Linda" Siempre hay una esperanza


                        Siempre Hay una esperanza