Parranda de San Pedro
La Parranda de San Pedro es una manifestación mágico-
Religiosa. Producto de la fe colectiva de una Venezuela sumida en las tinieblas
del coloniaje y del caudillismo. Surge con la unión de los factores universales
y siempre presente: El amor maternal, la protección paternal y la solidaridad
de los miembros de una misma raza. Estos tres elementos se unen para hacer del
dolor y la esperanza un símbolo perpetuo del sincretismo de las etnias que han
aportado color y amor a un ritual a través de estos últimos doscientos
cincuenta años.
“La Parranda de San Pedro es esencialmente reminiscencia.
Es, ante todo, y sobre todo, testimonio de una época aguafuerte; basada en la
vida y costumbres de una raza en determinada época, espejo por cuyo fondo
destilan nítidamente ocurrencias interminables. La Parranda de San Pedro es
negro, lágrimas, gritos en noche sembrada de estrellas y carbón. Es sangre
vertida, sangre negra rodando hacia la profundidad de la tierra, desde donde ha
de surgir hacia lo alto, prodigio de verticalidad verde, el cuerpo de la caña
dulce. Es ayes que al trocarse en lágrimas servirán de regadío a los surcos de
los esclavistas. Es látigo de negreros abriendo carnes inocentes e indefensas.
Molinos, bueyes, gritos, maldiciones, hogueras en cuyas brasas arden negros y
más negros. Germinan flores y más flores. Alumbran docenas y docenas de ojos
blancos... blanquísimos ojos”.(Freddy Best González)
AUSENCIA DE TAMBORES
La época colonial en Venezuela duró trescientos años.
Durante esos tres siglos fue formándose poco a poco el modelo venezolano.
Fueron años de calma, donde el colonizador hispano pudo prosperar, abonando la
tierra con la sangre del aborigen y a regarla con el sudor del negro. Pero esta
calma se vería troncada. Comienzan los alzamientos: Primero el del Negro
Miguel, el de Andresote y el de Juan Francisco León, este último en 1749. Juan
Francisco de León se apoya en los negros para su revuelta; los usa como
soldados. Esto hace que el negro se convenza de su utilidad, que puede ser
decisivo en la historia. Se fortalece así su identidad, cuestión que, por
supuesto, acentúa la continuidad de sus manifestaciones culturales.
Estas manifestaciones, originadas en África y trasladadas a
América, se irán enriqueciendo con elementos propios del catolicismo. Es bueno
acotar que una celebración o fiesta no debe confundirse con un rito
mágico-religioso; por ello la ausencia de tambores en las danzas de los
curanderos o brujos africanos. De allí que la Parranda de San Pedro sea una
manifestación mágico-religiosa de origen negroide con matices criollos. Un
sincretismo cultural producto de la adaptabilidad del negro ante las nuevas y
extrañas realidades en que estaba envuelto.
IMPORTANCIA
El hecho de que se diera estas uniones de creencias tan
dispares, como las africanas, las aborígenes y las católicas, fue aprovechado
por el colonizador. Intuitivamente supieron que no podían arrancarle al hombre
sus propias culturas. Esto hubiese ocasionado más problemas del que ya tenían.
Es por ello que la misma Iglesia se vio obligada a aprobar manifestaciones
netamente paganas mezcladas con elementos cristianos. Por otro lado el negro
ganaba espacios. Se sentía parte de una misma raza, de una misma cultura, se
sentía mayoría; cuestión que se hizo notoria en el levantamiento de José
Leonardo Chirinos en Coro y la embestida de los negros de Curiepe en 1812.
ELEMENTOS DE LA PARRANDA DE SAN PEDRO
MARÍA IGNACIA
Representada por un hombre vestido de mujer. Se cree que por
estar la esclava imposibilitada para bailar el día de San Pedro, como lo había prometido,
su marido tomó su lugar utilizando también sus ropas. Así mismo, lo siguió
haciendo al morir María Ignacia. Usa amplia falda y cota floreada multicolores.
Lleva un sombrero de cogollo y un par de moños de mecate. También un abdomen
abultado por un relleno simulador del embarazo. El rostro tiznado de negro humo
y betún. Carga en sus brazos una muñeca de trapo que representa a Rosa Ignacia.
SAMPEDREÑOS
Representan a los esclavos. Participan en número variante.
Visten levita de color negro, popularmente llamada “cucaracha”. Llevan pañuelos
anudados al cuello, amarillos y rojos. Adornan sus cabezas con sombreros de
copas o pumpás. En los pies llevan cotizas o chapaletas de cuero de ganado o
suela que a la vez sirven como instrumento musical para producir un sonido seco
durante el baile. Llevan el rostro pintado con negro humo y cargan los
instrumentos musicales de la parranda: cuatro y maracas. Hay otros personajes
que participan como aspirantes a sampedreños que visten camisa negra y también
llevan pañuelos; pero los verdaderos sampedreños siempre llevan levitas. Uno de
ellos va al frente de la parranda ( indicando el camino ) con una bandera
bicolor ( amarilla y roja ). Otro lleva la pequeña imagen del santo.
LOS TUCUSITOS
Son un par de niños impúberes que en la parranda acompañan a
María Ignacia y hacen las veces de sus hijos. Visten trajes, alpargatas y gorro
bicolor, amarillo y rojo, en forma vertical, ocupando cada uno de estos colores
la mitad del cuerpo de los niños. Tales colores simbolizan _según la creencia
general_ los colores de los dos principales partidos políticos surgidos después
de 1830: Conservadores ( rojo ) y los liberales (amarillo). También llevan el
rostro pintado con negro humo.
Estos son todos los personajes que integran la parranda de
San Pedro. Anteriormente participaba un hombre vestido con Liqui liqui. El
tiempo se llevó este elemento.
PROCESOS DE LA PARRANDA DE SAN PEDRO
La parranda de San Pedro se inicia la víspera con un velorio
que se prolonga hasta altas horas de la noche. En la mañana del 29 de junio, a
eso de las 8:00 a.m. se da inicio a la misa dedicada a la pequeña imagen del
santo, la cual ya ha sido llevada hasta allí desde el lugar en que se custodia
durante el año, que por lo general es en la casa de una sampedreño que por
promesa ha solicitado guardarla. Al concluir la misa, el cura autoriza para que
la imagen sea sacada. Luego la pequeña estatuilla es llevada hasta el altar y
de allí sale a recorrer las calles del pueblo. Antes de partir es común que se
entonen las siguientes estrofas:
Padre Santo, padre
cura,
échenos la bendición;
y después que nos
eche
escucharemos su
sermón. Seguirán otras más o menos así:
Honorable señor cura,
échenos la bendición;
yo estaba en el
altozano
escuchando su sermón.
Afuera, en la plaza, al concluir la misa, ya es tradicional
que la Parranda de San Pedro del 23 de Enero representa con actores de esa
agrupación una obra teatral donde se explica el origen de la parranda. Luego se
ponen en marcha por las principales calles del pueblo. Muchas son las estrofas
improvisadas pero siguiendo siempre el mismo ritmo:
El San Pedro de mi
tierra
es un santo
milagroso:
juega chapas con los
negro
y descubre a los
tramposos.
San Pedro como era
calvo
lo picaban los
mosquitos
y su madre le decía:
ponte el gorro
peruchito.
La parranda de San Pedro canta y baila enfebrecida. Las
cotizas resuenan armoniosamente sobre el piso. Las botellas de licor circulan
abundante y libérrimas de mano en mano... Las improvisaciones continúan
haciendo referencia a los que ya no están:
Canten señores,
canten hasta llorar
que ya “Pico “ se
murió
y se quiere levantar.
Al caer el Sol la parranda empieza a disolverse. Nadie le
pone término, simplemente termina. Así son todas las cosas que nacen de las
entrañas del pueblo.
El San Pedro de mi
tierra
es un santo
milagroso:
Juega chapas con los
negros
y descubre a los
tramposos.
San Pedro como era
calvo
lo picaban los
mosquitos
y su madre le decía
ponte el gorro
peruchito.
Dos cosas tiene
Guatire
que no las tiene otro
pueblo:
la rica conserva
e´cidra
y la Parranda de San
Pedro.
Si San Pedro se
muriera
todo el mundo lo
llorara.
Por lo menos las
mujeres
los cabellos se
arrancaran.
Por la calle de mi
barrio
corre el agua y no se
empoza
y por eso es que la
llaman
la calle de las
hermosas.
Si San Pedro se me
muere
yo lo vuelvo a
resucitá,
con la flor de
clavellina
y la flor de resedá.
Muchachos los
coticeros
ya yo los voy a
llamar;
en esta vuelta y la
otra
voy a cambiar la
toná.
Con la cotiza dale al
terrón
vuélvelo polvo sin
compasión
Dale pisón, dale
pisón...
Lai lalaila lai la la
Lai lalaila lai la la
La la la la la la la
la
lala lala lala lala
lala
lala lala lala lala
lala
¡ué!
ORIGEN DE LA PARRANDA
La parranda surge probablemente a mediados del siglo XVIII
cuando las prósperas haciendas guatireñas se engalanaban con el verdor perpetuo
de los tablones de caña. Donde el esclavo trabajaba catorce horas diarias con
esa apacible armonía de sus cantos con la faena y con la tierra. Se cree que la
hacienda “ El Rincón” fue testigo del inicio de la leyenda. Otro creen que fue
la hacienda “ El Ingenio” y hay quienes piensan que fue en la hacienda “ San
Pedro”.
Lo cierto es que María Ignacia se encontraba desesperada
ante la “ calentura” que afectaba a Rosa Ignacia, su hija menor y única hembra,
y ante la impotencia del curandero que la trataba, no había otro camino sino
apelar a una imagen que desde hacía años tenía en su barraca: una imagen de San
Pedro. Fue entonces cuando le rogó al santo que curara a su hija y siguiendo la
costumbre había que pagar la gracia. María Ignacia prometió hacerlo con lo
único que tenía y sabías hacer muy bien: bailar y cantar.
Mucho rezó María Ignacia y el milagro se dio. Tan grande fue
su alegría que salió corriendo a los tablones para buscar a su marido, el negro
Domitilo, quien vio la luz de un nuevo milagroso Dios en los negro ojos
saltones de María Ignacia. Entre los dos fijaron la fecha para comenzar a pagar
la promesa: 29 de junio, día de San Pedro . Todo esto se vio favorecido porque
el dueño de la hacienda era muy devoto del primero de los apóstoles y que el
cura de la iglesia convenció al dueño de la hacienda para que concediera el
permiso a la agraciada familia para poder pagar la promesa que había hecho.
La Iglesia siempre veía en estas manifestaciones de fe la
oportunidad para apaciguar el odio de los negros y acercarlos más al Dios de la
Biblia. Por ello las autoridades eclesiásticas accedieron rápidamente las
peticiones de Domitilo y María Ignacia de bailarle y cantarle a San Pedro
después de la misa del 29 de junio. Durante dos años continuos María Ignacia
cumple con la promesa, a la que se unieron sus familiares y otros negros
quienes se regocijaban de que San Pedro hubiese puesto los ojos en ellos, la
raza maltratada por los blancos pero que también recibía milagros de los
santos. Pero un mal parto puso fin a la existencia de María Ignacia.
Llegó el 29 de junio y no estaría María Ignacia para pagar
la promesa. Los demás parranderos estaban decididos a continuar la parranda,
pero sabían que faltaba algo. Era María Ignacia, siempre tan alegre y
dicharachera. Estaban todos al pie de la colina de El Calvario dispuestos a
comenzar la parranda cuando de pronto un niño grita: “ ¡ Hay viene María
Ignacia ! “. Todos quedaron estupefactos. Era Domitilo quien había tomado el
lugar de su finada mujer. Venía vestido con las mismas ropas de María Ignacia y
cargando a Rosa Ignacia. También venía con sus dos hijos varones, de 10 y 9 años
respectivamente. Convenció a los músicos que la parranda debía continuar, que
así lo hubiese querido María Ignacia. Pasada la sorpresa, y luego de los
chistes sobre la indumentaria de Domitilo, la parranda dio comienzo y así ha
continuado en los últimos doscientos cincuenta años.
El cura estuvo a punto de detener lo que consideraba una
blasfemia. Un hombre vestido de mujer a mediados del siglo XVIII era más que
intolerable y mucho menos si era para agradecerle a un santo un favor
concedido. Las lágrimas de Domitilo y el rostro triste de sus dos hijos. La
mirada de Rosa Ignacia le hicieron comprender que esa sí era una verdadera
promesa. La gente se acercó con rapidez. Unos por curiosidad, otros por
solidaridad... Nace así la Parranda de San Pedro.
Un hecho curioso es que todos los que han representado a
María Ignacia en estos los que han representado a María Ignacia en estos dos
siglos nunca han sonreído mientras se desarrolla la parranda. Tal vez por
respeto a Domitilo, un hombre valiente. Al año siguiente la gente esperaba
ansiosa la parranda. La hacienda “El Rincón “ ya era conocida como la hacienda
más alegre, Cuestión que el dueño aprovechó para regalarle a los negros una
imagen de San Pedro con la que no contaban.
Tal vez a la muerte de Domitilo fue su hijo mayor quien tomó
su lugar como María Ignacia. Si sacamos cuenta, suponiendo que Domitilo comenzó
a ser María Ignacia a los 30 años y que murió a los 60, luego su hijo mayor por
igual período; tenemos que dicha familia pagó la promesa durante 60 años, que
es suficiente para que la parranda calara hondamente en el sentir e
idiosincrasia de los negros. Ya era prácticamente imposible que la parranda no
se perpetuara.
A la parranda se le fueron agregando nuevos elementos. Ya
para mediados del siglo pasado y como una manera de darle más relevancia a los
músicos, algunos negros de “dentro” (mayordomos) lograron conseguir algunas
levitas. Así mismo, como estaba prohibido usar tambores en la parranda (por ser
el pago de una promesa y no una fiesta), los negros optaron por amarrarse
chapaletas de cuero en las alpargatas para obtener así un instrumento de
percusión.
Los sombreros de copa son de origen inglés y estuvieron muy
de moda en los años setenta del siglo XIX. Con los años estos sombreros viejos
fueron a parar a manos de los parranderos.
Tomado de: http://teoriadelfolclor.blogspot.com/2008/08/la-parranda-de-san-pedro.html